Page 6 - El papel de las ideas en los precedentes a la Revolución Rusa
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Año XXV, Número 45, enero 2025

       Depósito Legal M-34.164-2001
             ISSN 1695-6214


                                                El papel de las ideas en los precedentes a la Revolución Rusa



                     El  gobierno  se  tornó  contra  el  movimiento  obrero,  y  desistió  en  su  intento  de
              monopolizar ideológicamente su lucha. Los trabajadores dejaron de ver al régimen como

              un  aliado  interesado  en  sus  demandas,  y  comenzaron  a  acercarse  a  las  ideas

              revolucionarias, tal y como temía Zubatov. En última instancia, el gobierno había fallado
              en su intento por controlar las reivindicaciones obreras, y estas comentaron a tener un

              trasfondo revolucionario, de oposición al Zar. Comenzaron como protestas económicas,
              pero no tardaron en transformarse en reivindicaciones políticas.


                     El “domingo sangriento”.



                     Avanzando  hasta  el  19  de  enero  de  1905,  Gueorgui  Apolónovich  Gapón,  un
              sacerdote ortodoxo ruso, redactó un documento en plena huelga de trabajadores, que

              dirigió al Zar como medida para hacer valer las reivindicaciones de la clase obrera. En
              este  se  demandaban,  entre  otros  aspectos,  mejoras  salariales,  en  las  condiciones

              laborales,  o  el  fin  de  la  guerra  ruso-  japonesa,  así  como  el  sufragio  universal.  Así,
              armado con este escrito y, siguiendo una tradición que se remontaba al S.XV, organizó

              una marcha pacífica para el 22 de enero de ese año hacia la residencia oficial del Zar en

              el palacio de invierno, para hacerle entrega en mano del documento.


                     Es evidente que los súbditos de Nicolás II estaban descontentos con las políticas
              adoptadas, por las malas cosechas y la perdida de la guerra contra Japón, pero no por

              ello asociaban sus penurias a la figura más poderosa dentro del Estado y responsable,

              en última instancia, de los males que los acosaban. El Zar era para ellos un elemento de
              apoyo, una figura que gobernaba en nombre de sus intereses. El documento no hacía

              sino pedir auxilio a quien consideraban su máximo protector que, por causas externas,
              se veía sobrepasado ante las desgracias del pueblo.


                     La  culpa  era,  en  definitiva,  del  mal  gobierno,  de  los  incompetentes  en  los  que

              Nicolás II, ajeno a los devenires del imperio, había depositado su confianza, es decir, la
              culpa no era del del sistema en sí. Los ciudadanos estaban, con esta carta, haciéndole

              saber al Zar, de manera totalmente pacifica, que los funcionarios del Estado no estaban







                        Historia Digital, XXV, 45, (2025). ISSN 1695-6214 © Jorge Vilariño Pouso, 2025                  P á g i n a  | 218
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